Me he asociado con Hertz para explorar algunas rutas fascinantes que están fuera del radar de los típicos destinos turísticos españoles. Estas experiencias capturan la esencia de la gastronomía de las zonas que se exploran en cada ruta y su extraordinario entorno. En este viaje hemos podido disfrutar de vistas impresionantes, tener entretenidas aventuras y degustar una oferta culinaria maravillosa. El Opel Mokka 4x4 que alquilamos en Hertz fue el coche perfecto para viajar tranquilamente y sin sobresaltos por un terreno en ocasiones difícil.

La Belle Époque en la playa de Benicàssim

Tras recoger nuestro coche en Valencia, nos dirigimos directamente a Benicasim en la Costa del Azahar. Aunque es más conocida por sus festivales de música, Benicasim tiene unas playas preciosas, una comida exquisita y cuenta con un interesante conjunto de villas de la Belle Époque con vistas a la playa. Conocida como el Biarritz valenciano, Benicasim también es el hogar del Carmelitano, una de las destilerías más antiguas de España. Te invitamos a conocer a los Carmelitas Descalzos que llevan haciendo su licor Carmelitano desde 1.896. Está delicioso y merece la pena detenerse para degustarlo.

A continuación puedes acercarte a la playa Voramar, desde donde podrás recorrer la ruta de las villas. Estas villas de la Belle Époque fueron diseñadas entre finales del siglo XIX y principios del XX por algunos de los mejores arquitectos de la época, contratados por ricas familias valencianas.

A día de hoy se han catalogado 51 villas, y la ruta tiene dos itinerarios distintos. Uno corresponde a la Corte Celestial y comprende un conjunto de villas caracterizadas por su tranquilidad, y el otro es la ruta del infierno. Como bien indica su nombre, las villas de esta ruta eran famosas en los años veinte por sus escandalosas fiestas. Una arquitectura maravillosa adorna toda la ruta que además cuenta con vistas al mar Mediterráneo.

Vistas espectaculares y una comida exquisita

Para entender mejor a los Carmelitas Descalzos fuimos en nuestro 4x4 al Desierto de las Palmas, donde en 1697 construyeron su monasterio. Se cuenta que, entonces, el paisaje y la soledad les conmovieron. No hay que ser creyente para disfrutar de esta parte de la ruta; conforme avanzamos y atravesamos un conjunto de colinas pudimos gozar de unas vistas absolutamente espectaculares - es fácil comprender el motivo que les llevó a establecerse aquí. Un terremoto arrasó el monasterio, pero actualmente se pueden ver las ruinas.

Hay que continuar ascendiendo para llegar a un agradable restaurante que nos espera con unas vistas increíbles de este paraje. El restaurante Desierto de las Palmas lleva abierto desde 1967. Tuvimos la suerte de conseguir una de las mejores mesas, justo en la ventana. Yo me decanté por la deliciosa y original ensalada con lechuga, gambas, palitos de cangrejo, piña, pasas, manzana y un aliño riquísimo. Luego pedí uno de mis platos favoritos: gambas al ajillo. Entre las maravillosas vistas y la estupenda comida, pude disfrutar de una experiencia sensorial completa antes de volver a la carretera.