California: de San Francisco a Los Ángeles

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por Conrad - 08 November 2016

Acompáñanos a recorrer en coche las mejores costas y conocer lugares tan emblemáticos como la región de Big Sur, el acogedor Monterey o San Luis Obispo. El bloguero de viajes Nick Dalton y su familia nos cuentan como fue su experiencia con una clásica tradición americana: la ruta en coche por EE. UU. Un viaje por California con el objetivo de descubrir los mejores lugares para parar y admirar las impresionantes vistas.

 

Nada más llegar a California, ya estábamos subidos en nuestra primera montaña rusa. Bueno, no exactamente en una aunque la experiencia era parecida. Estábamos montados en un Kia Sportage 4x4 mientras cruzábamos el puente de la bahía de Oakland camino a San Francisco.

 

Este viaje era el resultado de una increíble oferta de verano de Hertz con la que alquilamos el coche por 660 euros (567 libras) durante 15 días. El precio incluía la recogida del coche en el aeropuerto de Oakland y su devolución en el de Los Ángeles (además de puntos Gold Plus Rewards para un próximo viaje).

 

Así pues, empezamos un emocionante recorrido por el puente de la bahía de Oakland, dirección a San Francisco. Esta parte del país es la auténtica América. Un cielo azul y un puente que, atravesando una preciosa isla, parece no tener final.

 

Salimos del hotel Buchanan, desde el barrio de Japantown, para subirnos en el tranvía que atraviesa las empinadas colinas de San Francisco hasta llegar a los restaurantes costeros del Embarcadero y el Fisherman’s Wharf. Desde aquí, alquilamos unas bicicletas y dimos un paseo atravesando el deslumbrante puente Golden Gate.

 

De vuelta al coche, nos adentramos en la Route 1, la autopista de la costa del Pacífico que nos llevaría a Los Ángeles pasando por algunas de las vistas costeras más impresionantes del mundo. Rodeando la ciudad de Half Moon Bay, practicamos kayak entre leones marinos, y probamos la sopa de almejas del Sam’s Chowder House, un famoso y destartalado restaurante situado en la playa.

 

Más adelante, fue inevitable hacer una parada en la playa de San Gregorio State, repleta de olas y maderas flotantes. Con las ventanillas bajadas, seguimos nuestra ruta escuchando Beach Boys hasta llegar a Monterey; un pequeño San Francisco con su propio muelle (también llamado Fisherman’s Wharf) lleno de restaurantes y donde se encuentra el Monterrey Bay Aquarium (886 Cannery Row), famoso por aparecer en la película de Disney “Buscando a Dory”.

 

 

Cerca está Carmel, la ciudad de tiendas donde Clint Estwood fue una vez alcalde y en la que pasamos por el sinuoso Carmel Valley Road. Allí, se entremezclan viñedos con asombrosos lugares en los que parar y alojarse (sin subestimar Quail Lodge, nuestro elegante hotel con Golf y demás actividades).

 

Todo se hizo más inmenso a medida que nos sumergimos en la región de Big Sur, inmortalizada por el autor de On the Road, Jack Kerouak (nadie mejor que él para saber cómo es un buen viaje en carretera). Atravesamos el imponente puente de Bixby, un arco de hormigón construido en 1932 que ha sido la estrella de más anuncios de coches que locales de comida rápida hemos pasado por el camino.

 

Mirando a la carretera, nos quedamos impresionados por la variedad de vistas. Por un lado, un rompeolas a lo lejos nos deslumbró, y por otro, quedamos hipnotizados al ver un bosque primaveral. En Big Sur River Inn, un enclave con una elegante cabaña, vimos cómo la gente se relajaba con sus sillas al borde del arroyo.

 

A medida que pasamos las grandes playas, el escenario empezó a difuminarse. A nuestra izquierda, pudimos echar un vistazo al glorioso castillo que perteneció al magnate de la prensa William Randolph Hearst. Tras perderlo de vista, llegamos a la reserva marina de Piedras Blancas donde cientos de elefantes marinos descansaban en la playa.

 

Avanzamos hasta San Luis Obispo, una ciudad con influencias españolas rodeada por una amplia cadena de cuellos volcánicos. Cerca, exploramos más playas: Avila, con sus muelles gemelos; Pismo, una ciudad muy viva y sin pretensiones; y Grover y Oceano, el par enlazado por un tramo de dos millas de dunas.

 

Cruzando la costa, el aire se volvía más cálido y llegamos a la autopista de Ventura en la que puede verse playas a la derecha y acantilados a la izquierda. La ciudad en sí es América pura. Cruzamos su calle principal pasando por sus mágicas tiendas, estrafalarios cafés y su cine Art Déco hasta llegar al puerto. Allí, el barco de las Islas Packers nos llevó a ver ballenas azules.

 

 

Nuestro tramo final, entre el mar y las montañas de Santa Mónica, nos trasladó hasta un lugar de película: Malibú. Vimos casas multi-millonarias hasta alcanzar el Muelle de Santa Monica coronado por norias y montañas rusas. Al final, entregamos las llaves de nuestro querido coche en el servicio de aparcamiento del sofisticado hotel Loews y fuimos directos a la piscina.

 

Estas dos semanas han pasado como un torbellino. En tan solo 562 millas, hemos hecho un viaje a través del tiempo y la cultura, con un cómodo sistema de recogida y entrega de coche. La verdad es que no tardamos nada en tener el coche listo ya que hicimos la mayoría de trámites online en unos minutos. Merece mucho más la pena emplear nuestro tiempo en la carretera.